Helia se queja mucho. Se queja y a menudo no me deja concentrarme. Le he pedido un tiempo propio, sin ella, para terminar un libro de poemas que se llama «Ciudades inteligentes». En ello estoy. Falta un poco. Corregir algunas cosas aún. Mantener el pulso poético en la escritura y el pulso narrativo a la vez no es muy factible, al menos para mi. Le tengo ganas a ese libro de poemas. Y por eso hice un pacto con Helia. Pero ella no está cómoda recluida en su hipnopompia, ahora que había salido a la luz y estaba consiguiendo hilar  episodios de su biografía y de sus sueños que eran para ella simas, como cuadros no descifrados, como películas vistas en somnolencia, como un libro cuyo lenguaje no consigues penetrar, como estar con alguien a quien amas mucho, aunque atisbes al fondo el monstruo que te devorará. Yo misma he pasado alguna vez por cada una de estas experiencias. Es desesperante. Así que la entiendo. Pero no puedo hacer otra cosa que entretenerla con índices de capítulos restantes, proyecciones mentales de escritura, o alguna lectura en voz alta de lo ya escrito.  Le digo también que puede quedarse a mi lado, mientras termino el poemario; que incluso puede inmiscuirse en él. Creo que me espía, cuando los corrijo; creo oírla repitiendo algunas cadencias, sentada tras de mi.  Y me gusta su compañía. Espero que aguante un tiempo más de espera y no me cause demasiados insomnios (eso le encanta).

(Creo que -hablo ahora desde un punto de vista esencialmente técnico- escribir una pseudonovela por entregas, y hacerlo además en la red y sin remuneración previa ninguna,  permite algunas licencias a la autora, como ésta de administrar los tiempos creativos. Por otro lado, la exposición in progress del trabajo no me molesta, no me obsesionan los posibles defectos que sin duda se verán; en otros campos creativos se trabaja así, a la vista, y no pasa gravemente nada. Iremos creciendo todos a la vez y redondeando paulatinamente. Cuando empecé a colgar los capítulos de Pop-pins pensé en mantener un ritmo muy regular; pero ni la vida me lo permite, ni creo que sea estrictamente preciso).

-Helia acaba de hacerme un corte de mangas, pero se le pasa enseguida-